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lunes, 6 de junio de 2011

luego de la lectura...de viñas

“Lo que a mí me seducía en cambio eran sus márgenes, su oscuridad, lo que había de Evita de indecible, pensé siguiendo a Walter Benjamin, que cuando un ser histórico ha sido redimido se puede citar todo su pasado: tanto la apoteosis como lo secreto”

“Aunque nadie podía ver el cadáver, la gente lo imaginaba yaciendo allí, en el sigilo de una capilla, y acudía los domingos a rezar el rosario y a llevarle flores. Poco a poco, Evita fue convirtiéndose en un relato, que antes de terminar, encendía otro. Dejó de ser lo que dijo y lo que hizo para ser lo que dicen que dijo, y lo que dicen que hizo”

Tomás Eloy Martínez
Santa Evita

“Hace ya muchos, muchos, muchísimos años, esta tierra era nuestra y vivíamos instalados en la dicha gracias a una mujer excepcional, una diosa: la llamábamos simplemente Capitana y ella no esperaba nada más de nosotros, tan sólo guiarnos por sendas de felicidad y bienestar. Siempre fue humilde y siempre estuvo al lado de los humildes y de los desamparados. Fue nuestra luz, nuestra guía. La Capitana. Una madre para todos nosotros (…). Por una vez en la larga y triste historia de la humanidad, se habían invertido los papeles: ella les quitaba a los ricos para que a los muy pobres, a los siempre olvidados, no les faltara nada”

Luisa Valenzuela
Cola de Lagartija

“El cuerpo de Eva es portador de dos aspectos indispensables al régimen: de allí la importancia de su cuerpo real como forma visible de su cuerpo político. A diferencia del rey, cuyo cuerpo material es amparado por su cuerpo político y, por consiguiente, es indisoluble pero también puede sufrir todo los padecimientos de la edad y de la enfermedad, el cuerpo material de EVA es un refuerzo, un potencial al servicio de su cuerpo político. En realidad, casi podría decirse que ese cuerpo geminado ha invertido sus funciones: el cuerpo material de Eva produce su cuerpo político.

Beatriz Sarlo
La pasión y la excepción


Me doy cuenta de que es un tema que me apasiona. Que justamente la palabra pasión es fundamental para escribir el registro de estos dos cuentos. Porque no voy a separarlos. Porque no puedo hacerlo. Porque siento que cada texto que toque una fibra del relato de “Eva Perón” formará parte de una gran cadena de textos que se relacionen con otros y con otros. Porque fue, es y será una heroína de esas que tienen todo lo necesario para conmover y deleitar: la joven venida del interior llegada a la gran ciudad. La chica provinciana, que debía ser sirvienta y sin embargo entra en el mundo del espectáculo. De allí, directo a Perón. ‘Copera’, ‘Yegua’, ‘Esa mujer’. Pero también ‘Abanderada de los humildes’, y ‘Reina Rea’. Cómo no dejarme llevar por los relatos. Como no sentir la densidad del tema que esta brotando por salir, la historia para ser revelada. Y también la historia reBelada. Eso es Eva, personaje literario. El lugar por donde la literatura denuncia, porque ella con su cuerpo hacía eso: denunciar.

Leo “La mujer muerta” y de repente me encuentro con un problema de recepción. Contaminada creo por los relatos, creo que por momentos Moure es el capitán Moori Koening, y la joven de la fila, no es más que una Eva. Lo digo y lo afirmo. Por los comportamientos:

“(…)Y esa mujer seguía mirándose aunque esa chapa la reflejase deformada, con una boca más ancha y unos ojos estirados.

—Usted no tiene esa boca— señaló Moure.

Ella abrió y cerró la boca varias veces, como si estuviera en un parque de diversiones, con la desconfianza de un chico o de un provinciano:

—Sí, tengo una boca de muñeco —se juzgó con un aire despreciativo (…)”

De hecho tuve que volver a leer, porque no entendí enseguida lo del levante seguro. En la segunda lectura, caí en la cuenta de que el texto presenta una situación perfectamente verosímil: la fila en la que miles se congregaron para ver y despedirse de Eva Perón. Hay fotos, hay relatos, hay muchas fuentes donde buscar para ver la ‘verdad’. Y en este relato, de márgenes se denuncia una cuestión de clase y de género. “La literatura denuncia, ese es el lugar que tiene en el relato histórico”, me digo y sigo adelante. Este cuento quiere mostrar algunos márgenes, algunas fisuras que no se ven. Me sorprende el final del relato. Me desarticula. Pero por sobre todo me arenga: “no te la vas a llevar de arriba Moure”, es mi frase mientras leo. Me preocupa un poco mi confrontación con el cuento, y acto seguido me pongo a pensar en que justamente esta es la función del registro. Levantar la cabeza, confrontar y reescribir. Ella, la joven, tiene rasgos y modos que aparecen focalizados como en un intento deliberado de mostrar su exultante masculinidad:

“(…) —¿Un poco de sopa? —ofreció Moure.
—No —ella todavía estaba con los pies desnudos y pugnaba por mantener el equilibrio y calzarse— Me aburre la sopa.
—¿Ni un poco?
—No (…)”

“(…) la risa de esa mujer aumentó mientras Moure pensaba que lo que a ella le correspondía era quedarse en silencio, tomarlo de la mano y tranquilizarlo (…)”

Enseguida me doy cuenta del error, ella no es masculina, típicamente, no se comporta como deberían comportarse las señoritas. Hay un ‘deber ser’ que revolotea en el relato de la historia de Eva. Ella no se comportaba. Ella era la dama del látigo. Todas quieren ser como ella. De allí que la joven del relato, aparezca tan distante y pero a la vez tan cercana como quien hará jirones de Moure. Y es que se lo merece. Él ve un levante seguro. Él ha estado rondando para tratar de hacer eso mismo antes, encontrar una señorita y sacarse las ganas. Solo que esta vez, algo le obstaculizó la concreción de su deseo: la muerte de ella. Toda la muerte de ella modifica la vida de todos, pero en Moure, es algo más. Porque la muerte de Eva trae el luto y por ende, no hay “amuebladas” donde parar y darse rienda suelta. Entonces, cuando da vueltas por la ciudad, habiendo logrado su cometido, la joven no puede parar la risa por el desafuero de Moure al no encontrar hotel, y es el final cuando él menciona su verdadera ‘identidad política’ enmascarada donde se produce la cachetada de realidad. La joven, fiel a su clase. Se va.

“(…)—Ah, no... Eso sí que no. —murmuraba hasta que encontró la manija y abrió la puerta— Eso sí que no se lo permito... —Y se bajó (…)”

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