Buscar este blog

lunes, 14 de marzo de 2011

KAR-NAVAL, del latín "carrus navalis" el carrito que lleva a desfilar a todos los excéntricos, y los que están fuera de foquito...





En un texto amado y adorado por Karina, el teórico, semiólogo y ensayista Mijail Bajtín realiza un análisis de la verdadera naturaleza del carnaval. Para eso, hace un rastreo del significado etimológico del carnaval en la antigüedad (cuando se llamaba Saturnalias) y el festejo, en sí, de lo que es la inversión de los órdenes. Realizar una síntesis me llevaría miles y miles de páginas, pero en este pequeño blogcito la pequeñez se muestra con ejemplos y casos netamente didácticos para la sonrisa cómplice y los enojos orilleros.

El carnaval es una celebración pública que tiene lugar inmediatamente antes de la cuaresma cristiana, con fecha variable (desde finales de enero hasta principios de marzo según el año), y que combina algunos elementos como disfraces, desfiles, y fiestas en la calle. Por extensión se llaman así algunas fiestas similares en cualquier época del año. A pesar de las grandes diferencias que su celebración presenta en el mundo, su característica común es la de ser un período de permisividad y cierto descontrol, lo que conlleva justamente el uso de máscaras, de disfraces (incluidos los antifaces que permiten justamente ampararse en la impunidad del desenfreno)

El origen de su celebración parece probable de las fiestas paganas, como las que se realizaban en honor a Baco, el dios del vino, las saturnales y las lupercales romanas, o las que se realizaban en honor del buey Apis en Egipto. Según algunos historiadores, los orígenes de esta festividad se remontan a las antiguas Sumeria y Egipto, hace más de 5.000 años, con celebraciones muy parecidas en la época del Imperio Romano, desde donde se expandió la costumbre por Europa, siendo llevado a América por los navegantes españoles y portugueses a partir del siglo XV. Sin embargo, es durante la Edad media y el Renacimiento donde el carnaval pierde un poco su primigenio sentido, ya que deja de ser puramente pagano para ser una serie de días en donde la propia Iglesia permite ese desenfreno para retornar a la moral y a la estructura habitual que nos impone el día a día. Me parece lindo pensar en el retorno a las viejas Saturnalias en vez de los aburridos desfiles murgueros de la actualidad. Las Saturnales (en latín Saturnalia) eran una importante festividad romana. Se las llegó a denominar "fiesta de los esclavos" ya que en las mismas, los esclavos recibían raciones extras, tiempo libre y otras prebendas; eran, si se permite la comparación, Navidad y Carnaval a un mismo tiempo y el cristianismo de la antigüedad tardía tuvo fuertes problemas para acabar con esta fiesta pagana, intentando sustituirla.

Las Saturnales se celebraban por dos motivos que ahora mencionamos:
 En las fechas a comienzos de año en honor al dios Saturno.
 Al triunfo de un victorioso general (fiesta del triunfo);

Las primeras se celebraban del 17 al 23 de diciembre en honor a Saturno, Dios de la agricultura, a la luz de velas y antorchas, se celebraba el fin del período más oscuro del año y el nacimiento del nuevo período de luz, o nacimiento del Sol Invictus, 25 de diciembre, coincidiendo con la entrada del Sol en el signo de Capricornio (solsticio de Invierno). Probablemente las Saturnales fueran la fiesta de la finalización de los trabajos del campo, celebrada tras la conclusión de la siembra de invierno, cuando el ritmo de las estaciones dejaba a toda la familia campesina, incluidos los esclavos domésticos, tiempo para descansar de ser el mulo constante del señor de turno.
Eran siete días de bulliciosas diversiones, banquetes e intercambio de regalos. Las fiestas comenzaban con un sacrificio en el templo de Saturno (en principio el dios más importante para los romanos hasta Júpiter, siempre recordemos que durante el reinado de Saturno –Kronos griego- se dio la llamada “Edad de oro”), al pie de la colina del Capitolio, la zona más sagrada de Roma, seguido de un banquete público al que estaba invitado todo el mundo. Durante las Saturnales, los esclavos eran frecuentemente liberados de sus obligaciones y sus papeles cambiados con los de sus dueños. Ese es el eje que me encanta: LA INVERSIÓN DEL ORDEN.



Es durante el bello carnaval, donde se terminan las jerarquías y donde los esclavos son amos y los amos se vuelven esclavos. Ya, institucionalizados, druante la Edad Media y el Renacimiento, estos carnavales tienen la estructura del poder de la IMPOSTURA DE LA SINRAZÓN: fiestas de gallos, fiestas de locos, fiestas de bobos se suceden coronando al más feo como el rey de los bobos (tal como le pasó a Cuasimodo en la peli de Disney “El jorobado de Notre Dame”). Dice mi amado Bajtín: “Los festejos del carnaval, con todos las actos y ritos cómicos que contienen, ocupaban un lugar muy importante en la vida del hombre medieval. Adem s de los carnavales propiamente dichos, que iban acompañados de actos y procesiones complicadas que llenaban las plazas y las calles durante días enteros, se celebraban también la "fiesta de los bobos" (Testa stultorum) y la "fiesta del asno"; existía también una "risa pascual" (risus paschalis) muy singular y libre, consagrada por la tradición. Además, casi todas las fiestas religiosas poseían un aspecto cómico popular y público, consagrado también por la tradición. Es el caso, por ejemplo, de las "fiestas del templo", que eran seguidas habitualmente por ferias y por un rico cortejo de regocijos populares (durante los cuales se exhibían gigantes, enanos, monstruos, bestias "sabias", etc.). La representación de los misterios acontecía en un ambiente de carnaval. Lo mismo ocurría con las fiestas agrícolas, como la vendimia, que se celebraban asimismo en las ciudades. La risa acompañaba también las ceremonias y los ritos civiles de la vida cotidiana: así, los bufones y los "tontos" asistían siempre a las funciones del ceremonial serio, parodiando sus actos (proclamación de los nombres de los vencedores de los torneos, ceremonias de entrega del derecho de vasallaje, de los nuevos caballeros armados, etc.). Ninguna fiesta se desarrollaba sin la intervención de los elementos de una organización cómica; así, para el desarrollo de una fiesta, la elección de reinas y reyes de la "risa".”

Hace una semana aproximadamente, tuvimos el fin de semana de carnaval. Es este fin de semana de ‘desenfreno y permiso’ donde me puse a reflexionar en el verdadero espíritu carnavalesco. Ya no vivo en la “Edad de Oro” donde mis descontroles tenían un Kronos protector al que le rezaba, me prosternaba y allí estaba cuidadita. Retomo a Bajtín para pensar en que de hecho, el carnaval ignora toda distinción entre actores y espectadores. También ignora la escena, incluso en su forma embrionario. Ya que una escena destruiría el carnaval (e inversamente, la destrucción del escenario destruiría el espectáculo teatral). Los espectadores no asisten al carnaval, sino que lo viven, ya que el carnaval esta hecho para todo el pueblo. Durante el carnaval no hay otra vida que la del carnaval. Es imposible escapar, porque el carnaval no tiene ninguna frontera espacial. En el curso de la fiesta sólo puede vivirse de acuerdo a sus leyes, es decir de acuerdo a las leyes de la libertad. El carnaval posee un carácter universal, es un estado peculiar del mundo: su renacimiento y su renovación en los que cada individuo participa. Esta es la esencia misma del carnaval, y los que intervienen en el regocijo lo experimenten vivamente. En la actualidad, carentes del espíritu festivo de “esa semanita de desenfreno”, boqueamos como peces fuera del agua y pedimos a gritos nuestro descontrol y nuestro éxtasis que nos haga sentir libres y plenos de amor líquido. Pero no nos conformamos con una “semanita”. Luego de tanto menemato, tanto despilfarre estatal, nos acostumbramos al exceso como forma de vida, y entonces es la normalidad la que de repente nos viene a apremiar (y no viceversa) y nos viene a decir que crezcamos y que nos hagamos hombres y mujeres de sociedad, con la estructura y con toda esa parafernalia que parece invadirnos como un espíritu llamado Legión. Es entonces donde no podemos aceptar la realidad tal como es. No podemos soportar nuestras elecciones. “Elegir es hacer que desaparezca el horizonte”, dicen entonces recurrimos a nuestras valvulitas de escape, tal como hacían los romanos en las saturnalias. Y quizás no tengamos fiestas de bobos, pero actuamos como tales. Quizás no exista máscara de pícaro, pero actuamos como Lázaro, y como el Buscón en el arte de la supervivencia. Por el contrario, si se nos hace demasiado insoportable todo, tenemos el reino de la locura y vemos gigantes en donde hay molinos de viento y vemos que nuestro amor es la Dulcinea más grande y bella del Toboso (aunque sea una rústica campesina, como se produce en la quijotización de Sancho y no me quiero ir por las ramas…) y sino, nos colocamos la careta de la sonrisa constante del bufón, ese que hace reír todo el tiempo al rey (a veces con risas duras) y seguimos adelante hasta que alguno se rebele enserio (y se revele) la verdadera cara, sin ser KAReta y arda todo porque en el fondo todos escondemos un agente del Kaos. Y gritemos: PAF! SE ACABÓ!!!!!!! . Los bufones y payasos son los personajes característicos de la cultura cómica de la Edad Media. En cierto modo, los vehículos permanentes y consagrados del principio carnavalesca en la vida cotidiana (aquella que se desarrollaba fuera del carnaval). Los bufones y payasos, como por ejemplo el payaso Triboulet, que actuaba en la corte de Francisco 1 (y que figura también en la novela de Rabelais), no eran actores que desempeñaban su papel sobre el escenario (a semejanza de los cómicos que luego interpretarían Arlequín, Hans Wurst, etc.). Por el contrario, ellos seguían siendo bufones y payasos en todas las circunstancias de su vida. Como tales, encarnaban una forma especial de la vida, a la vez real e ideal. Se situaban en la frontera entre la vida y el arte (en una esfera intermedia), ni personajes excéntricos o estúpidos ni actores cómicos.
En suma, durante el carnaval es la vida misma la que interpreta, y durante cierto tiempo el juego se transforma en vida real. Esta es la naturaleza específica del carnaval, su modo particular de existencia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario