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lunes, 21 de febrero de 2011




“se es tal y cómo se quiere
se llora lo que se llora
uno no elige de quién se enamora
ni elige qué cosas a uno lo hieren”


En un ataque de romanticismo, (innegable) ella le pidió perdón. Le pidió perdón de casi rodillas. Le pidió perdón por haberlo lastimado, pero por sobre todas las cosas le pidió perdón porque en el fondo todas aquellas acciones tenían que ver con esa naturaleza que le era propia.

En un ataque de innecesaria nobleza, Él la perdonó. No la perdonó por su pérdida de control. Él, el más noble de los que ella conocía, la perdonó porque entendía que ella era así, todo ese actuar que en el fondo era un miedo atroz a que alguien viera por debajo de la coraza. Simplemente le dijo que ella se tomara su tiempo para pensar lo que realmente quería.

En un ataque de total histeria, ella se replegó y mostró que no iba a ser posible que él tuviera el tupé de perdonarla, ya que ella ahí no lo respetaría nunca más. Y eso para que le quedara bien clarito a ese que de repente si no le ponía los puntos ella nunca iba a aprender. Ella necesitaba límites (sin chuparse el dedo, lo dijo)

En un ataque de benevolencia, él, con toda esa forma rapidísima de hablar (más que ella) le preguntó si era cuestión de besos, de amores o de porros. Ella se quedó helada por la pregunta. Claro, porque si eran besos, era algo simple. Ella podría besarse con quien deseara todo el tiempo, porque esa es la naturaleza de ella. Si tenía que ver con amores, pues era simple, ya que cualquiera que conociera sus ataques de pánico sabría que es una forma tan imposible que ella ame, como que acceda a quitarse el flequillo. Es parte de su personalidad. Ahora si es un tema de porros, implicaba otra cosa: la no posibilidad de dejar un círculo que no compartía.

En un ataque de llanto ella juró que en el fondo se estaba equivocando, que la había juzgado mal, que se había quedado con una plena imagen de la ignominia, que ella es mucho más. Él, asintió (no por nada es un ángel) y le sonrío con toda la cara y la mirada. El problema fue que esa imagen le quedo prendada cuando se fue del umbral. Y del lado de allá, en plenas serranías se fue para que ella piense si tiene ganas de sentir o si tiene ganas de querer tal como es ella…

El problema es ‘¿y cómo es ella?’

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